El control de la
prensa cotidiana y periódica de todo tipo fue efectiva en la segunda mitad de
los años 1930 [...]. El Ministerio de Cultura intervenía en todo, desde la
elección de los directores y de los periodistas hasta en los temas y en la
manera de tratarlos, incluso las reglas tipográficas a respetar. Mediante estas
directrices tipográficas, es del Ministerio de Cultura del que proviene la
obligación de escribir sistemáticamente Duce con mayúsculas con el fin de subrayar la superioridad
de Mussolini sobre todos, incluso sobre el rey. Si se añade a esto el hecho de
que el Ministerio de Cultura detentaba todos los poderes en materia de
secuestro y de suspensiones, decidía la oportunidad de toda nueva iniciativa
periodística, controlaba las subvenciones y las concesiones de carnés de prensa
y, a partir de noviembre de 1939, lograba, después de dos años de lucha sorda,
extender su jurisdicción sobre la prensa «oficial» del PNF (dependiente hasta
entonces de la Oficina de prensa del partido), es fácil comprender desde
entonces el poder del Ministerio de Cultura popular. Este poder era muy
superior al que había podido tener anteriormente, y de ello se derivaba una
capacidad potencial de condicionamiento y de manipulación de las masas a través
de la creación de un universo cultural homogéneo y, poco a poco, cada vez más
impedir los discursos disidentes.
RENZO DE FELICE, Le
Fascisme,
un totalitarisme
à l’italienne?,
1988
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