Una de las manifestaciones de los movimientos sociales cuyas repercusiones han alcanzado una mayor trascendencia ha sido el movimiento de liberación de la mujer. Las feministas actuales han conformado un nuevo programa de objetivos y actuaciones que ha renovado el pensamiento feminista heredado de las pioneras del siglo XIX. Ya no solo se trata de conseguir una igualdad de oportunidades laborales y derechos políticos entre individuos de ambos sexos, sino que se promueve un profundo cambio en la cultura tradicional occidental. Sus manifestaciones alcanzan desde la incorporación del hombre a las tareas domésticas y a la crianza de la descendencia, hasta el cambio en la educación (educación no sexista), pasando por la presión para la modificación del lenguajes, que en algunos extremos sostiene una desigualdad evidente en favor de los hombres. No es posible reducir la gran variedad de posturas feministas a una sola línea teórica. Sin embargo, como rasgos comunes podemos señalar el ataque a la familia como núcleo patriarcal donde se construye la desigualdad, la reivindicación de una sexualidad libre con el derecho al placer (y la correlativa supresión de la moral de la doble norma que permite a los hombres lo que no se admite a las mujeres) y una tendencia utópica y crítica como el sistema liberal, de ahí su relación el mayo de 1968. En la actualidad podemos diferenciar dos grandes troncos dentro del movimiento feminista, por un lado el feminismo de la igualdad, que enlaza con la línea tradicional de reivindicación de derechos cívicos y sociales y, por otro lado, el feminismo de la diferencia, centrado en la elaboración de un paradigma femenino, una visión del mundo alternativa filtrada por la singularidad de la feminidad. . |
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