Nuestras disputas se envenenaron bastante pronto; yo no habría podido, se hubiera mostrado tolerante , aceptar a mi padre tal cual era; pero yo era todavía nada, estaba decidiendo lo que iba a ser y adoptando opiniones, gustos opuestos a los suyos, le parecía que lo renegaba deliberadamente. Por otra parte, veía mucho mejor que yo sobre qué pendiente me aventuraba. Rechazaba las jerarquías, los valores, las ceremonias por las cuales la élite se distingue; pensé que mi crítica sólo tendía a liberarla de vanas supervivencias: implicaba de hecho su liquidación. Sólo el individuo me parecía real, importante; yo terminaría fatalmente por preferir a mi clase en su totalidad. Después de todo era yo quien había abierto las hostilidades; pero lo ignoraba, no comprendía por qué mi padre y todos los que me rodeaban me condenaban. Había caído en un trampa; la burguesía me había convencido de que sus intereses se confundían con los de la humanidad; yo creía poder alcanzar de acuerdo con ella verdades valederas para todos: en cuanto me le acercaba se erguía contra mi. Me sentía "anonadada, desorientada, dolorosamente". ¿Quién me había engañado?, ¿por qué?, ¿cómo? En todo caso era víctima de una injusticia y poco a poco mi rencor se transformo en rebeldía. |
martes, 5 de julio de 2011
Subrayados. Memorias de una joven formal. Simone de Beauvoir.
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