CARIÁTIDES. La firme aguadora pintada por Jules-Adolphe Breton sigue el espíritu de Jean François Millet, que empezó a pintar a los campesinos a mediados del siglo XIX, cuando el derecho al trabajo se convirtió en una reivindicación social, y a la vez, el trabajador empezó a ser un tema artístico. Millet convirtió a lo campesinos en símbolos del trabajo agrícola, de su valor y belleza moral. El artista había leído la Biblia y la poesía bucólica de Virgilio, y en su pintura creaba un mundo rural intemporal, de grandeza antigua y pacífica. Las mujeres campesinas de Jules Bretón, segadoras, aguadoras y espigadoras, celebraban a la mujer trabajadora, pero exaltan una servidumbre. Son hijas de la Tierra, atadas para siempre a ella, heroínas encadenadas. Su porte robusto, nos recuerda a las cariátides, esculturas femeninas que sujetaban la techumbre de los templos clásicos griegos. Desde los inicios de la Revolución industrial, en escritos de Rousseau y Michelet en Francia, y Ruskin y Morris en Inglaterra, el campesino encarnó la imagen mítica del pueblo trabajador, laborioso y fuerte. Estas mujeres campesinas son las grandes cariátides que sostienen la arquitectura de la familia y la de sociedad. Janine Antoni se enfrenta a esas heroinas y propone un mundo al revés: las cosas pueden ser de otra manera, es posible liberar a las mujeres de un simbolismo tradicional que las encadena. La artista se retrata boca abajo y dando la espalda al público, como una cariátide imposible, que se revelará contra su función tradicional de sujetar el cántaro. Ese objeto de cerámica es un símbolo antiquísimo del cuerpo femenino, de sus curvas, y de la concavidad del útero. El cántaro roto representaba la virginidad perdida. Janine Antoni rechaza con esta obra el papel tradicionalmente impuesto a la mujer, destruye el cántaro real, y en la foto, más que sujetarlo parece emanar de él. |
martes, 7 de junio de 2011
HEROÍNAS.
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