Hasta 1870 la presencia europea en África se limitaba a una serie de factorías en las costas y bases comerciales europeas, desde
las cuales se había exportado hacia Europa marfil, esclavos y, en el siglo XIX, aceites vegetales (de palma y de cacahuete), sobre
todo. Para que este comercio fuese seguro y para eliminar la competencia,
portugueses, ingleses y franceses establecían tratados comerciales exclusivos
con los reinos africanos interiores. Esto permitió la aparición de «zonas de
influencia» inglesas y francesas. La zona del golfo de Guinea era la que
contaba con más áreas de este tipo. Los franceses tenían ventaja en el río
Senegal y los ingleses en Costa de Oro (actual Ghana) y la desembocadura del
Níger (actual Nigeria).
En el África mediterránea, Francia inició en 1830 la ocupación de Argelia, en principio se trataba de una acción de castigo contra la piratería, pero la conquista continuó, seguida de una auténtica colononización, gracias a una importante emigración de franceses. En 1848 Francia la proclamó oficialmente "territorio francés". Sin embargo, la instauración de la colonia francesa no concluyó hasta 1870. Una década después fueron ocupados Túnez y Egipto, estados con graves problemas financieros, que permitieron a sus acreedores (ingleses y franceses) controlar sus economías. En Túnez existía una fuerte rivalidad entre franceses e italianos, resuelta a favor de los primeros, quienes lo ocuparon en 1881. En Egipto, franceses e ingleses rivalizaban por el control del canal de Suez (inaugurado en 1869). Los británicos estaban interesados en el control de Egipto para asegurar su ruta hacia la India. En 1882, a raíz del estallido de una rebelión nacionalista y contraria al control británico, se produjo la ocupación militar británica de Egipto, que fue convertido en un protectorado inglés.
En África del sur,
a la presencia portuguesa en las costas atlánticas (Angola) e índicas (Mozambique)
se unía la colonia inglesa de El Cabo, que controlaba el paso del cabo de Buena
Esperanza. Esta colonia, a diferencia del resto, no sólo era comercial, sino
también de poblamiento, ya que en ella existía una numerosa población blanca
(colonos de origen holandés, llamados «bóers», dedicados a cultivar la tierra y
criar ganado). Estos colonos emigraron hacia el norte (Great Trek o «Gran
Éxodo») y crearon los estados independientes de Orange y Transvaal. El
descubrimiento de diamantes en Kimberley y de yacimientos de oro en
Johannesburgo despertó la ambición de los financieros británicos y de los
imperialistas de El Cabo, con Cecil Rhodes a la cabeza.
Las exploraciones.
Misioneros, exploradores y aventureros abrieron el resto de África a Europa. Durante la segunda mitad del siglo XIX se registraron un gran número de viajes de exploración y descubrimiento a través de los grandes ríos. Destacaron las exploraciones de David Livingtone, que remontó el Zambeze y llego a las cataratas del lago Victoria, de Henry Stanley, que descubrió las fuentes del río Congo y se puso al servicio del rey Leopoldo II de Bélgica, y de Savorgnan de Brazza, al servicio de Francia, que exploró la margen derecha del río Congo.
Las historia sobre la exploración apasionaban la imaginación burguesa y la opinión pública, que seguía de cerca a los nuevos héroes del momento. El periódico New York Herald organizó la expedición de Stanley que consiguió encontrar a Livingtone. Las aventuras del periodista americano fueron las más populares de las exploraciones africanas.
Junto a las exploraciones africanas hitos relevantes fueron la exploración del desierto de Australia, la penetración en Asia hasta alcanzar la cordillera del Himalaya, o la travesía de Sibería. Por último, la aventura descubridora tuvo su punto final en los polos, Peary alcanzó el Polo Norte en 1909 y Amundsen el Polo Sur en 1911.
África, cuarteada. La Conferencia de Berlin.
Lo que precipitó el
colonialismo en África y el «reparto» entre las potencias europeas fue la
iniciativa particular del rey de Bélgica Leopoldo II. Con el objetivo de explotar las innumerables
riquezas minerales y comerciales de la región del río Congo, y con la ayuda
del explorador Stanley, se aseguró el control de la zona situada al sur del
río (futuro Congo belga —actual República Democrática del Congo—). Esto
desencadenó una serie de iniciativas rivales: el explorador Brazza aseguró el
norte del río para Francia; los portugueses reivindicaron su soberanía sobre su
desembocadura; los ingleses exigieron que la cuenca no cayera bajo el monopolio
comercial de ningún país; y Bismarck recordó que Alemania no podía quedar fuera
de ningún reparto en ultramar (donde carecía de colonias).
La reivindicación
alemana provocó la celebración de la Conferencia de Berlín de 1884-1885. Aunque
esta reunión internacional se convocó para solucionar el problema del Congo,
supuso el punto de partida para la carrera colonial entre las potencias. En
ella se determinó:
a) La libertad de navegación y comerció por los ríos Níger y Congo.
b) Se aceptó la aparición de un «Estado libre
del Congo» (no una colonia del Estado belga, sino una colonia particular del
rey Leopoldo) al sur del río.
c) Se reconocieron los derechos franceses al norte
de éste.
d) Se aceptaron las reivindicaciones de Alemania (que creará colonias
propias en las costas atlántica e índica)
En África occidental la principal beneficiaria
fue Francia, que logró dominar un extenso territorio que unía Marruecos,
Argelia y Túnez con sus colonias del Senegal, Costa de Marfil y el Congo, en
torno al río Níger y al lago Chad. Este amplio imperio rodeaba colonias
británicas (Costa de Oro y Nigeria), alemanas (Togo y Camerún), e incluso
pequeñas posesiones portuguesas y españolas.
En África oriental,
sin embargo, el predominio fue claramente de Gran Bretaña, interesada en
controlar el curso del Nilo y, con él, Egipto y el canal de Suez. El Imperio
británico se extendió desde Egipto al lago Victoria a través de Sudán, después
de una durísima guerra contra los nativos de este territorio. Italia y Francia
fueron las grandes perjudicadas por la expansión británica. Italia, que poseía
colonias en Eritrea y Somalia, intentó unirlas invadiendo Abisinia (actual Etiopía),
pero fracasó. Francia, por su parte, trató de extender su imperio occidental
hasta el mar Rojo, mas tuvo que detenerse ante las amenazas británicas. Con
Alemania se llegó a un acuerdo en 1890 para repartirse la costa del Indico.
Madagascar pasaría a Francia.
En África del sur
las presiones de los colonos de El Cabo y las ambiciones de empresarios como
Cecil Rhodes, quien planeaba la construcción de un ferrocarril transafricano El
Cabo-El Cairo, impulsaron la expansión británica hacia el norte, hasta los
límites del Congo belga, con la creación de las dos «Rhodesias» (actuales
Zambia y Zimbabwe). Esta expansión impidió que Portugal y Alemania uniesen sus
colonias del Atlántico y del Indico, y aisló a los estados bóers, los cuales
terminaron sometidos a la corona británica tras una durísima guerra de tres
años (1899-1902). La anexión de estos últimos territorios permitió la creación
de la Unión Sudafricana en 1910, un Estado autónomo dentro del Imperio
británico en el que fue aplicada una política segregacionista y racista con la
población nativa.
En el África mediterránea y Magreb a finales del XIX y comienzos del XX se reactivó el imperialismo. Gran Bretaña tenía fuertes intereses en el Mediterráneo, pues poseía enclaves decisivos en la ruta hacia la India: Gibraltar, la isla de Malta, Chipre y el canal de Suez en su protectorado de Egipto. Marruecos mantuvo su independencia hasta que en la Conferencia de Algeciras de 1906 se aceptó el predominio francés en la zona, siempre y cuando se mantuviese una política de libre comercio («de puerta abierta»), el sultán legítimo permaneciese en el trono, y España (una potencia más débil) obtuviese una zona en el norte a modo de tapón entre el Estrecho y la colonia francesa. Los italianos se anexionaron Libia más tarde (1912).
El Imperio Turco cayó en la esfera de influencia occidental debido a sus problemas financieros y a las compras de armamento y tecnología a diversos países europeos, que aumentaron su dependencia del capital británico, del francés y, cada vez más, del alemán. Pese a ello, Gran Bretaña era partidaria del mantenimiento del Imperio otomano como garantía de la neutralidad de los estrechos del mar Negro, amenazada por el expansionismo ruso. Por lo tanto, la rivalidad entre las potencias le permitió conservar su independencia.
En vísperas de la
Primera Guerra Mundial toda África estaba repartida entre las grandes
potencias; sólo existían dos estados independientes: Liberia, formado en 1847
por libertos (antiguos esclavos) procedentes de Estados Unidos, y Abisinia
(actual Etiopía), que había resistido con éxito los intentos de conquista de
los italianos (quienes terminaron invadiéndola en 1935).
Los conflictos imperialistas en África. Los imposibles imperios continuos.
El choque entre los intereses imperialistas se hizo inevitable y aunque se consiguió, mediante tratados, la delimitación de fronteras y zonas de influencia, se sucedieron los conflictos.
* El incidente de Fashoda. Uno de esos conflictos derivó del intento de formar imperios continuos. El Reino Unido pretendía formar un imperio africano que uniese el norte con el sur del continente, enlazando con una línea de ferrocarril desde El Cairo a El Cabo. Este proyecto entró en colisión con el propósito francés de crear un eje colonial de oeste a este, desde la costa del Sahara y Guinea al mar Rojo. Ambos imperios chocaron en 1898 en un territorio situado al este del lago Chad, en el alto Nilo (Sudán), llamado Fachoda. Dos cuerpos del ejército (francés e inglés) coincidieron allí para ocupar la zona y el incidente puso al descubierto en enfrentamiento entre ambas potencias. Estuvo a punto de estallar la guerra. Los franceses, finalmente, cedieron y ser retiraron del territorio.
En el África austral, se enfrentaron los tradicionales intereses de los portugueses, establecidos desde el siglo XVI en Angola y Mozambique, de los colonos holandeses y alemanes (boers o afrikaners) asentados en la región de El Cabo desde el siglo XVII y, por último, de Reino Unido, que ocupó el Cabo en 1806. A estas rivalidades se sumo, desde 1884, la presencia alemana en el África del Sudoeste.
* La guerra anglo-bóer. En el año 1890, Cecil Rhodes se había convertido en primer ministro de la colonia inglesa de El Cabo. Dos pequeñas repúblicas vecinas, el Transvaal y el Estado Libre de Orange, impedían su dominio total de la zona. Por otro lado, la noticia de que se habían encontrado importantes minas de oro y diamantes en las república de Transvaal motivó que los británicos rápidamente se anexionaran estas repúblicas. Como consecuencia de la derrota los bóers, las repúblicas de Transvaal y Orange fueron anexionadas al Reino Unidos, no obstante, se les otorgó cierta autonomía dentro de la colonia británica de la Unión Sudafricana, que desde 1910 pasó a ser un dominio.
* Crisis marroquíes. Entre 1902 y 1904 Francia y Gran Bretaña llegan a un acuerdo a cerca de Marruecos con un reparto del territorio entre España y Francia. En 1905 Alemania se niega a aceptarlo, por considerar perjudicados sus intereses coloniales en el norte de África. La postura alemana es mantener la independencia de Marruecos y Guillermo II desembarca en Tánger, como muestra de apoyo al sultán marroquí. Para solvertar el problema y enfriar las tensiones entre Francia y Alemania se convoca la Conferencia de Algeciras de 1906 donde diplomáticamente Alemania sale como la perdedora, sí bien, re reconoce la independencia de Marruecos, se aceptaba el predominio francés en la zona, siempre y cuando se mantuviese una política de libre comercio («de puerta abierta»), el sultán legítimo permaneciese en el trono, y España (una potencia más débil) obtuviese una zona en el norte a modo de tapón entre el Estrecho y la colonia francesa.
Pero la intención francesa era establecer un protectorado y su presencia cada vez fue más activa. En 1911 el sultán necesita de las tropas francesas al verse asediado por rebeldes en Fez, los franceses toman Fez y Alemania lo considera una violación del Tratado de Algeciras y envía un acorazado al puerto de Agadir con la excusa de proteger a los residentes alemanes, en realidad pretende presionar a Francia a negociar un acuerdo que incluya el Congo a cambio de plena libertad en Marruecos. Francia, apoyada por Gran Bretaña ante las duras demandas germanas, negoció la entrega de una parte del Congo a cambio de reconocer, por parte de Alemania, el Protectorado francés y español en Marruecos en 1912.
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