La otra cara de la moneda de la Revolución Industrial fueron
las condiciones de vida de los hombres y mujeres que trabajaron en aquellas
fábricas, sus durísimas condiciones de vida, la explotación infantil y los
salarios tan insignificantes que apenas permitían subsistir, en el mejor de los
casos.
El capitalismo industrial y su sistema de fábricas crearon
una nueva clase de trabajadores, unidos por la condición común de disponer de
una sola fuente e ingresos: el salario que recibían a cambio de su trabajo.
Los obreros o proletariado eran un nuevo grupo social. ¿De
donde procedían sus miembros?
→ Campesinos: excedente de mano de obra.
→ Empleados del sistema de trabajo a domicilio.
→ Artesanos independientes de los gremios.
El nuevo modo de producción mucho más intensivo en trabajo y
la introducción de las máquinas produce la deshumanización del trabajo como
derivación de la acentuada división del trabajo. Frente al artesano que moldea
su mercancía ahora aparece el que repite mecánicamente una sola tarea. El
proceso formativo del artesano se reduce y nos encontramos con una mano de obra
presa de su escasa cualificación profesional.
Las condiciones de trabajo: Condiciones de trabajo muy
duras.
Son numerosos los informes, libros y folletos que denuncian
la situación de la clase obrera. En ellos se constatan los males que comportaba
para la población obrera la industrialización y el proceso de explotación
capitalista al que se veían sometidos por la ausencia de leyes que les
protegiesen. El afán del empresario por obtener beneficios llevaba a la
reducción de costes vía reducción de salarios, hasta llegar a la ley de bronce
de los salarios de David Ricardo y que
consistía en igualar salario nominal y real en niveles de subsistencia.
Durante
el siglo XIX las condiciones de trabajo tuvieron una serie de pautas comunes:
→ Largas jornadas laborales. Entre 14 y 16 horas.
→ Disciplina estricta (castigos corporales, sanciones
económicas).
→ Supresión de descansos dominicales y festivos.
→ Despidos frecuentes.
→ Inexistencia de pensiones por enfermedad.
→ Ausencia de derechos laborales o sindicales.
→ Condiciones insalubres en la fábrica (humedades, altas
temperaturas, escasa luz, polvo de algodón) que conllevan enfermedades,
tuberculosis… El lugar de trabajo aparece definido en la novelas de Charles
Dickens.
El trabajo infantil y femenino.
La mujer ha sido la gran olvidada como protagonista de la
Revolución Industrial. La causa por la que en las estadísticas sólo aparece
que ¼ de las mujeres trabajaban en el
sector industrial es porque los censos presentaban muchas lagunas al no incluir
las casadas o aquellas que trabajaban en oficios prohibidos, como en el sector
minero.
En el sector textil fue donde trabajó el porcentaje más
elevado. Una de las causas de la capitalización del sector fueron los bajos
salarios de las mujeres y niños. La nota más trágica fue la prostitución como
consecuencia del hambre, que fue una constante en el mundo laboral.
La mayoría de las mujeres trabajaron en el textil, el servicio
doméstico o en tareas agrícolas, aunque también en las minas. Los salarios de
las mujeres eran sustancialmente inferiores a los de los hombres
(aproximadamente la mitad), y el de un niño pequeño, de 8 a 12 años, era la
cuarta parte que el de un hombre, algo menos aún que el de la mujer.
El trabajo infantil fue muy importante para equilibrar la
escasa economía familiar obrera, siempre al nivel de subsistencia. Niñas y
niños tenían largas jornadas de 14 horas diarias, que a veces llegaba a 18, y
percibían míseros salarios. La asistencia a la escuela era imposible y si se
producía con aprender a leer y escribir ya era suficiente. La sociedad burguesa
veía con buenos ojos el trabajo infantil (el hambre no es cosa que trate la
moral, es su peor enemigo al ponerla siempre en cuestión).
La legislación protectora de la infancia fue escasa y se
aplicó sin demasiado interés. Aunque las primeras legislaciones
prohibicionistas datan de 1833 sólo a partir de mediados del siglo XIX se puede
hablar de cierta mejora, con todo, la explotación de menores fue una constante
del capitalista (y todavía hoy) hasta bien entrado el siglo XX.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarInteresante artículo que deberían enviárselo al patrono Joan Rosell quien ha dicho recientemente que el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX
ResponderEliminarEste artículo está fusilado del libro de historia contemporánea de Santillana
ResponderEliminarValiosa información. Espero que me sirva para el examen de mañana
ResponderEliminarValiosa información. Me la paso por los cojones repetidas veces. Viva VOX.
ResponderEliminarY nosotros te nos pasamos por los cojones a ti, fascista de mierda. Al carajo VOX
EliminarAGUANTE RACING A QE TENIA QE VER
ResponderEliminarValiosa información espero que me sirva para el trabajo práctico de historia
ResponderEliminar🖤🐺
Forza bada eoee
ResponderEliminarSuscribanse a JoaquiX, alto canal, che esto sirve de informacion
ResponderEliminarHoy en día la industria tiene que adaptarse a los nuevos tiempos y sobre todo proteger a sus empleados.
ResponderEliminarCon la situación del coronavirus, la Mampara Separadora Divisoria anticontagio para la industria es indispensable.
Buen artículo, pero ten cuidado con quien confias, porque cuando menos te lo esperas maricon el que lo lea, jaja a esta pagina le falta calle.
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