No fue sino después
de la guerra cuando las dictaduras irrumpieron en Europa […].
A decir verdad,
bajo la pomposa divinización del Estado no era difícil descubrir algunas
pasiones y egoísmos. Estas pasiones eran: la revancha ofensiva de las
autocracias contra las democracias, bajo una forma violenta que es el efecto de
los hábitos de guerra; la lucha incitada por los industriales y los grandes
terratenientes aparentemente contra el peligro bolchevique, en realidad, contra
toda forma de movimiento socialista; y, finalmente, aunque de menor
importancia, al menos fuera de Alemania, el movimiento antisemita. Un cierto
desencanto respecto a las viejas instituciones parlamentarias hizo el resto.
[…]
Conde
de SFORZA1 , Dictateurs et dictatures
d’après guerre,
1931
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