Ya sé que es imposible dejar de dominar o de ser servido. Cada hombre necesita esclavos como necesita aire puro. Mandar es respirar, ¿no opina usted lo mismo? Incluso los más desdichados consiguen respirar. Al último en la escala social le queda su conyuge, o su hijo. Si es soltero le queda su perro. Lo esencial, en suma, es poder enfadarse sin que el otro tenga derecho a responder. "A un padre no se le responde”, ya conoce la fórmula. En cierto sentido es muy singular. ¿A quién se respondería en este mundo sino a aquel a quien se manda? En cierto sentido es convincente. Es necesario que alguien tenga la última palabra. De otro modo, a cualquier razón se puede oponer otra: no habrá modo de terminar. El poder, por el contrario, permite decidir. Nos ha costado tiempo pero al final lo hemos comprendido. Usted habrá podido observar, por ejemplo, que nuestra vieja Europa filosofa como es debido. Ya no decimos como en los tiempos ingenuos: “Yo pienso así. ¿Cuáles son sus objeciones?” Nos hemos vuelto lúcidos. Hemos sustituido el diálogo por el comunicado. “Tal es la verdad –decimos-. Puede usted discutirla, no nos interesa. Pero dentro de unos años vendrá la policía para demostrarle que tengo razón”.
La caída. Albert Camus.
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