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domingo, 27 de febrero de 2011

EUROPA CONTRA EUROPA.



Una interesante reflexión sobre el periodo de entreguerras. Lo sintetizaría diciendo que es un libro muy bien escrito que contextualiza una preocupación constante por parte del autor ¿Cuales fueron los motivos por los que la violencia política se encumbró en el principal instrumento para imponer las lógicas del poder? 
¿Qué fue lo que causó ese tremendo salto al abismo? En la Primera Guerra Mundial reside una parte importante de la respuesta, pero, como señala Ian Kershaw, las raíces de esa violencia parecen más profundas y van más allá de la guerra misma. La idealización y ensalzamiento de la violencia como forma de protesta política y social frente a la decadente sociedad burguesa comenzó a extenderse desde finales del siglo XIX en algunos círculos nacionalistas, especialmente en los territorios con mezcla étnica, y en otros marxistas y revolucionarios, que defendían el uso de la fuerza para cambiar la sociedad. Las principales potencias imperialistas, por otro lado, ejercía una importante violencia en los territorios colonizados, aunque estuviera ausente en las metrópolis, con justificaciones de la represión sobre pueblos inferiores, que alimentaron planteamientos ideológicos racistas más elaborados después de 1914". 




Europa contra Europa , 1914-1945 una visión panorámica



Capítulo gratuito publicado en la página web de Planeta Libros. Pincha para ir Europa contra Europa



jueves, 3 de febrero de 2011

Empezamos con literatura ¿Acaso podría existir otra manera de comenzar un blog de historia?

Ya sé que es imposible dejar de dominar o de ser servido. Cada hombre necesita esclavos como necesita aire puro. Mandar es respirar, ¿no opina usted lo mismo? Incluso los más desdichados consiguen respirar. Al último en la escala social le queda su conyuge, o su hijo. Si es soltero le queda su perro. Lo esencial, en suma, es poder enfadarse sin que el otro tenga derecho a responder. "A un padre no se le responde”, ya conoce la fórmula. En cierto sentido es muy singular. ¿A quién se respondería en este mundo sino a aquel a quien se manda? En cierto sentido es convincente. Es necesario que alguien tenga la última palabra. De otro modo, a cualquier razón se puede oponer otra: no habrá modo de terminar. El poder, por el contrario, permite decidir. Nos ha costado tiempo pero al final lo hemos comprendido. Usted habrá podido observar, por ejemplo, que nuestra vieja Europa filosofa como es debido. Ya no decimos como en los tiempos ingenuos: “Yo pienso así. ¿Cuáles son sus objeciones?” Nos hemos vuelto lúcidos. Hemos sustituido el diálogo por el comunicado. “Tal es la verdad –decimos-. Puede usted discutirla, no nos interesa. Pero dentro de unos años vendrá la policía para demostrarle que tengo razón”.

La caída. Albert Camus.